viernes, 18 de febrero de 2011

La reducción del ITF y del IGV



Pocos impuestos son tan antitécnicos como el ITF. No grava la renta o el consumo, sino la forma cómo se transa: si es en efectivo, no se paga; si es a través del sistema bancario, sí. Un absurdo que viola los principios de la tributación. Por ello, su reducción de 0.05% a 0.005% es muy positiva, no deja un costo para la economía y permite que la Sunat recabe información para fiscalizar. Es más discutible, en cambio, la baja del IGV de 19% a 18%. Conceptualmente, un impuesto al valor agregado debiera ser algo menor, sobre todo en países con alta informalidad. En Colombia y México es de 16%. Y en Perú era de 18% hasta 2003, cuando se elevó “temporalmente” por las premuras del Tesoro. En una estructura tributaria ideal sí correspondería un IGV menor. El momento, sin embargo, puede no ser el más oportuno. Primero, el IGV no es un instrumento para reducir la inflación. Con la actividad productiva creciendo a 9%, impulsada por consumo e inversión privada, se debería ejecutar una política fiscal contracíclica. Y la reducción del IGV –más la del ITF– va en sentido contrario. Solo se justificaría si se aplica un recorte del gasto que compense los S/.2,700 millones anuales que cuestan esas medidas. Y este ajuste parece poco probable que ocurra.