martes, 23 de septiembre de 2008

CUANDO EL ESTADO TIRA EL SALVAVIDAS










"La desregulación afiebrada e ideológica ha implosionado y se ha revelado ineficaz, incompetente e irresponsable. Ha significado, en la generación de la crisis, la extrema privatización de colosales ganancias para sus operadores y, en la solución del desastre que ha creado, la socialización de las pérdidas también en magnitudes colosales."

La crisis financiera mundial y el fracaso del neoliberalismo desregulador
Por: Manuel Rodríguez Cuadros

Al anunciar la más grande intervención de su gobierno en los mercados, como la única solución a la crisis financiera, el Presidente Bush justificó la estatización de gran parte del sistema financiero norteamericano, señalando que “el riesgo de no actuar sería mucho mayor, más presión sobre nuestros mercados financieros causaría pérdidas de empleo masivos, devastaría las cuentas de ahorro de las pensiones, erosionaría más aún el valor de las casas y secaría la fuente de los préstamos para nuevas casas, coches y estudios. Son riesgos que los americanos no pueden permitirse”.

A partir de esta decisión y con el consenso negociado de los demócratas, el gobierno norteamericano a través de una agencia estatal anticrisis adquirirá las hipotecas “tóxicas” (impagables) de los bancos hasta por un valor de 700 mil millones de dólares. A esta cifra hay que añadir 900 mil millones de dólares del presupuesto nacional que la Reserva Federal utilizó para adquirir los activos de las agencias Fannie Mae y Freddie Mac, tomar el control de la aseguradora AIG –la número uno del mundo– refinanciar y otorgar garantías a las hipotecas con riesgo de no pagarse, otorgar un crédito de salvación a Morgan Stanley y comprar Bearn Steearn. El paquete de intervención estatal en los mercados financieros, que se suponían eficientes y transparentes y se revelaron ineficientes y transgresores del riesgo moral, llega así a más de 1.6 billones de dólares. El 15% del PBI norteamericano. Esto sin contar el costo de las intervenciones de los bancos centrales europeos en su propio sistema financiero, contagiado por las hipotecas subprime.

Llega, así, a su fin el fundamentalismo neoliberal que durante 30 años pregonó la desregulación extrema de los mercados. La desregulación afiebrada e ideológica ha implosionado y se ha revelado ineficaz, incompetente e irresponsable. Ha significado, en la generación de la crisis, la extrema privatización de colosales ganancias para sus operadores y, en la solución del desastre que ha creado, la socialización de las pérdidas también en magnitudes colosales. El desastre que han producido los ultraliberales en economía y neoconservadores en política, lo paga ahora inocentemente el ciudadano y el Estado norteamericano.

La adquisición estatal de los activos contaminados permitirá que el estallido de la burbuja financiera no conduzca al desplome de la economía real. Y eso es bueno. Pero la superación de la crisis tomará un tiempo. Los expertos señalan que la fase aguda de afectación de los mercados financieros se prolongará hasta el tercer trimestre del 2009. Y terminará probablemente a fines del 2010. Pero su fase crónica “double dip o triple dip” (doble o triple recaída) puede abarcar un periodo de seis o siete años.

John McCain que impulsó y se comprometió con la doctrina neoliberal de la desregulación, hoy abjura de ella –creo sinceramente– reclamando una sensatez macroeconómica que revalorice la regulación estatal. Barack Obama, limpio de compromisos con la intervención en Irak y el pensamiento económico neoliberal, con honestidad, releva a su adversario de toda responsabilidad directa en la crisis. Pero recuerda que la culpa es de la “filosofía económica que él defiende”. Obama coincide con Bush en la creación de la agencia estatal anticrisis, pero plantea con inteligencia y sensibilidad una diferencia fundamental. “No hay que socorrer sólo a Wall Street (las finanzas), sino también a Main Street (la economía del ciudadano de a pie).