viernes, 12 de diciembre de 2008

DEBATE Y FICCION











A continuación un extracto de un debate- ficción del binomio smith-marx, alucinado en estos tiempos de crisis por Antoni Doménech, catedrático de Filosofía Moral en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona, publicado en la revista política internacional Sin Permiso, que él edita el 2/10/08.

Adam Smith (1723 - 1790) y Carlos Marx (1818 - 1883) se enfrascan en una franca y alturada discusión al tiempo que las Bolsas del mundo de desploman, las economías ingresan de golpe en recesión y el sistema capitalista se tambalea en su pedestal.

Kart.– ¿Viste, viejo, que este chico, Joseph Stiglitz, anda diciendo por ahí que el colapso de Wall Street equivale al desplome del muro de Berlín y del socialismo real?
Adam.– No es para estar contentos, ni tú ni yo. Y tú menos aún que yo, Carlitos.

Karl.– Hombre, a cuenta del suicidio del capitalismo financiero, mi nombre vuelve a estar en boga, mis libros se agotan. Hasta los más conservadores reconocen que en mi teoría económica hay algo que aún merece la pena tener en cuenta…
Adam.–… no me vengas ahora con mezquinas vanidades académicas post mortem, Carlitos, que en vida jamás te abandonaste a ellas. Ninguno de los dos puede estar contento, y tú menos todavía que yo.

Karl.– Quieres decir que ni el desplome del muro de Berlín ni el colapso del capitalismo financiero en 2008 tienen mucho que ver ni contigo ni conmigo, pero que, aun así, nos cargan el muerto.
Adam.– Exactamente. Pero en tu caso es peor, Carlitos: porque tú sí te dijiste socialista, y el socialismo real, quieras que no, contaminó al ideario socialista. A mí me importa un higo que fracase el “liberalismo”, cualquier liberalismo. No tendré que explicarte a ti, precisamente, uno de mis discípulos más inteligentes, que ni mi teoría económica ni mi filosofía moral tenían nada que ver con el tipo de ciencia económica, positiva y normativa que empezó a imponerse en tus últimos años de vida….


La debacle de Wall Street remece los cimientos del sistema capitalista.

Karl.– Desde luego; tú y yo fuimos aún clásicos. Luego vino esa caterva vulgar de neoclásicos, incapaces de distinguir nada.
Adam.– Por ejemplo, entre actividades productivas e improductivas, entre actividades que generan valor y riqueza tangible y actividades económicas que se limitan a recoger rentas no ganadas (rentas derivadas de la propiedad de bienes raíces, rentas derivadas de los patrimonios financieros, rentas resultantes de operar en mercados no-libres, monopólicos u oligopólicos). Nunca ha dejado de impresionarme la agudeza con que elaboraste críticamente algunas de estas distinciones mías …

Karl.– Es evidente. Tú hablaste repetidas veces de la necesidad imperiosa de intervenir públicamente en favor de la actividad económica productiva. Eso es lo que para ti significaba “mercado libre”; nada que ver con el imperativo de parálisis pública de los liberales y de los economistas vulgares, incapaces de distinguir entre actividad económica generadora de riqueza y actividad parasitaria buscadora de rentas.
Adam.– En mi mercado libre los beneficios de las empresas de verdad competitivas y productivas y los salarios de los trabajadores de esas empresas ni siquiera tendrían que tributar. En cambio, para mantener un mercado libre en mi sentido, los gobiernos tendrían que matar a impuestos a las ganancias inmobiliarias, a las ganancias financieras y a todas las rentas monopólicas…

Karl.– … es decir, a todo lo que, después de darme a mí por perro muerto, y en tu nombre, Adam, ¡en tu nombre!, se ha hecho que dejara prácticamente de pagar impuestos en los últimos 25 años. ¡Hay que joderse!
Adam.– ¡Hay que joderse, Carlitos! Porque lo que yo dije es que una economía verdaderamente libre, al tiempo que estimulaba la producción de riqueza tangible, podía generar, gracias entre otras cosas a un tratamiento fiscalmente agresivo del parasitismo rentista y de su pseudoriqueza intangible, amplios caudales públicos que podrían ser destinados a servicios sociales, a la promoción del arte y de la ciencia básica –que es, como el arte, incompatible con el lucro privado–, a establecer una renta básica universal e incondicional
de ciudadanía …. Ya ves, Carlitos, … si no me falsificaran cuatro profesorcillos más perezosos aún que ignorantes, y si se me leyera con conocimiento histórico de causa, hasta podría pasar por un peligrosísimo socialista de los tuyos.

Karl.–… la falsificación en tu caso es aún peor que en el mío: el “socialismo real” abusó aberrantemente de la palabra “socialismo”, dando pie a la refocilación general de todos mis enemigos; ¡pero es que tú ni siquiera llegaste a enterarte de qué era eso del “liberalismo”!
Adam.– Lo cierto es que lo que ha pasado en los 30 últimos años en el mundo va en contra de todo lo que tú y yo, como economistas y como filósofos morales, queríamos … (Antoni doménech (*)

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*Extracto de un artículo de Antoni Doménech, catedrático de Filosofía Moral en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona, publicado en la revista política internacional Sin Permiso, que él eidita el 2/10/08.